En nuestra semana de mayo, tras celebrar nuestro cumpleaños y rememorar el ascenso al Nacional, no podíamos dejar pasar el recuerdo del 27 de mayo de 1995. En vez de enfocarnos en los goles, decidimos repasar la historia del héroe: esta es la historia de Leonardo Ariel Almanza.
Antes de sus dos goles a Excursionistas, antes de subirse al podio de los jugadores más queridos en la historia del club, antes de eternizar su nombre en la memoria de los hinchas, Almanza debió sortear varios obstáculos en su carrera. Tardó, pero tuvo su recompensa.
Almanza descubrió el fútbol a los cinco años: en Morón jugó bajo las órdenes de papá Alberto en Los Bichitos Colorados, siguió su incipiente aventura en Bernardino Rivadavia y a los nueve años se probó en Boca: fueron once años en las inferiores del club Xeneize.
Sin lugar en la tercera división, se encontró con Defensores por un guiño del destino: “Mi papá trabajaba con el hermano del Turco Asad, mi viejo le dijo si me podían ver, que tenía el pase en mano. Me vio el Turco, le gustó y me hizo de palabra la promesa de un contrato”.
Julio Daniel Asad, el tío de Omar, había dirigido tácticamente al Defensores que en la temporada 1991-92 se consagró campeón en la Primera C y consiguió el ascenso a la tercera división del fútbol argentino por delante de Argentino de Quilmes, Dock Sud y Excursionistas.
Con Defe en la B, la prueba bajo las órdenes de Asad fue un examen de rigor para Almanza: “Fui a Defe, me tomaron la prueba y quedé. Jugué casi cuarenta minutos en un plantel en el que estaban todos los jugadores que habían ascendido. El Casco, Aldaz, todos”.
Vaivenes del fútbol, Asad se marchó y Ángel Hugo Bargas asumió como entrenador. Mundialista en Alemania 1974, su aterrizaje en el Pasquale supuso una mala noticia para Almanza: “Tenía un plantel, había traído jugadores y yo me había convencido en que no iba a jugar más”.
El primer desafío de Almanza era convencer a Bargas: “No quería jugar más, después de la desilusión de tantos años en Boca. Pero me di una última posibilidad: hablé con Bargas y le pedí una chance. Me dio una oportunidad, y firmé mi primer contrato profesional”.
Almanza firmó su contrato en junio y debutó con la camiseta rojinegra en la derrota por 3-2 vs Los Andes del 17 de agosto de 1993 en el Bajo: jugó los últimos doce minutos. Defe concluyó aquel Apertura en tercer lugar, a 7 puntos de Chacarita. En el Clausura: 11º con 15 unidades.
En abril de 1994, cuando faltaban seis fechas para el cierre del Clausura, Bargas se marcha e irrumpe en escena un hombre clave en la historia de Defensores en general y de Almanza en particular: Ricardo Caruso Lombardi.
Caruso se retiró en Defe en 1992, siguió como ayudante y DT de la reserva. Fue en esa instancia en la que se convirtió en la llave que le abrió definitivamente las puertas del Pasquale a Almanza: “Soy un agradecido a Caruso porque si no fuera por él hubiera quedado libre”.
Almanza casi queda libre: “Había firmado por el mínimo, de 200 pesos que hoy serían 2.000. No cobraba hace seis meses, me asesoré con Agremiados y el abogado Suñé, no me voy a olvidar nunca su nombre, me dijo que mandara una intimación”.
Sigue Almanza: “Me pagaron pero no me dejaban jugar, había firmado en junio y en diciembre me iban a dejar libre. No podía jugar ni en tercera, entrenaba pero estuve cuatro o cinco meses sin jugar”. Pero Caruso lo rescató del ostracismo.
En un partido de reserva en la cancha de Dock Sud sin demasiados testigos, Caruso le dio rodaje: Almanza hizo los dos goles para el triunfo por 2-0 del Dragón. “No se por qué no estaba el presidente ni ningún otro dirigente en el partido. El lunes se armó un lindo lío porque se la agarraron con Caruso, que me salió a defender”.
Caruso apareció en la primera de Defensores como estampita ante una emergencia: “Estábamos complicados con el descenso pero acepté. Perdimos en el debut contra Chacarita con gol del Gatito Leeb en el Monumental. En el debut puse seis pibes de la Reserva”.
Con Caruso camino a su primer milagro, su travesía volvió a cruzarse con Almanza después de aquella tarde en Dock Sud: “Me acuerdo que le hablé para que se quede. Él tenía chances de irse afuera y yo le insistí para que se quede”.
Tras la derrota inicial vs Chaca en la fecha 12 del Clausura 94, Defe cayó vs Argentino de Quilmes y empató contra Argentino de Rosario. El primer triunfo de la era Caruso, el primero de una racha de tres consecutivos, fue contra Almagro: el gol lo hizo Almanza.
“Nos salvamos del descenso y nos metimos en el octogonal. Esos tres triunfos me salvaron, si no hoy estaría laburando de otra cosa”, recuerda Caruso. Eliminado por Atlanta en cuartos de final, Defe había conseguido el objetivo trazado y Caruso siguió al frente del club.
El partido con Almagro fue un cisma en la temporada de Defe, en la carrera como entrenador de Caruso y en la leyenda de Almanza: “Me llevó al banco de primera y vuelvo a debutar, ganamos 1-0, empujé un rebote que dio el arquero después de un tiro libre de René Juárez”.
Con Caruso consolidado como DT y Almanza renovado de cara a la próxima campaña, la sociedad siguió dándole alegrías a Defensores. Tan estrecha fue la relación entre jugador y entrenador que el propio Caruso le estampó el apodo que hasta hoy acompaña a Almanza: Cani.
“El apodo me lo pone Caruso”, advierte Almanza. “No se por qué, yo tenía esa locura de teñirme el pelo, siempre quise ser rubio. Hoy tengo mi color, pero siempre, desde los 15 años, me teñía la cabeza de rubio. Eran locuras mías”.
Caruso profundiza en sus motivos: “Lo apodé Cani porque tenía el pelo largo, era medio rubión, rápido, jugaba contra la raya, era muy parecido a la manera de jugar de Claudio Paul Caniggia, salvando las distancias”.
Defensores consumó una aceptable campaña en el Apertura 1994: finalizó en noveno lugar con 18 puntos y cuatro goles de Almanza (Tigre x2, El Porvenir y CADU). En el Clausura la producción del equipo fue similar pero el Dragón escribió una página inolvidable: el 27 de mayo de 1995.
Con la permanencia garantizada, Defensores recibió en Platense a Excursionistas en la última fecha. El clásico de siempre necesitaba un punto para forzar un desempate frente a Colegiales o bien las tres unidades para asegurar su boleto en la categoría para la próxima temporada.
En la idea, celebrada en el Monumental de River en la última jornada del Apertura ‘94, el duelo había terminado en un empate a uno. Esa tarde, Almanza tuvo en sus pies el triunfo: “Me perdí un gol abajo del arco, por querer ponerla en el lugar más lejano del arquero, se me fue por encima del travesaño”.
Pero Almanza tuvo revancha: “Si Defe ganaba, lo hacía descender, era un gran motivo para quedar en la historia del club. Eso nos dijo Caruso en la previa, una persona muy motivadora capaz de transmitir a cada jugador lo mejor de cada uno. Fue uno de mis maestros”.
En la cancha de Platense y ante un público de Defensores que colmó una de sus cabeceras, Cani Almanza se tomó revancha de aquel fallido en territorio riverplatense y destrabó el 0-0 parcial para desatar la locura de un Dragón que incineraba a su rival de siempre.
En desventaja numérica después de dos expulsiones, Almanza definió el partido en una contra que manejó a la perfección. 2-0, delirio en las tribunas y sentencia para Excursionistas: “Ni soñaba con hacer un gol y pude convertir dos, tuve la suerte de definir las dos veces”.
Esos dos goles fueron, además de la mayor alegría de su carrera, un impulso económico para Almanza: “Mauro Conti, uno de los dirigentes me dijo en la previa: ‘Si hacés un gol, te doy cien dólares; si hacés dos, te doy 200. Terminó el partido, me iba al vestuario, y me dio 200 dólares. Y yo cobraba 600”.
Camino al vestuario, con dos goles y 200 dólares en el bolsillo, Almanza aún no sabía que esa tarde había inaugurado su leyenda, que se había subido al olimpo rojinegro: “Es la gratitud más hermosa que la vida me pudo haber regalado. No encuentro palabras para agradecer tanto cariño, tanto amor”.
Almanza se convirtió en un ícono. Desde 2007 se celebra un torneo entre hinchas con su nombre e incluso ha sido invitado a recrear su gol como si de la palomita de Aldo Pedro Poy se tratara: “La primera vez lo erré dos veces porque lo quería meter en el mismo lugar. Después empecé a pegarle para que entre».
Después de esa tarde, Almanza emigró: jugó en All Boys y en Temperley antes de volver. “Fueron dos años, me costó pero el fútbol es así… Siempre quise volver, siento al club de verdad, lo quiero mucho, a esos colores, a la camiseta. Tengo un amor muy grande por el club”.
Cani protagonizó una segunda etapa en 1998-99: Defensores fue 3º en el Apertura, 2º en el Clausura, 2º en la general detrás de Argentino de Rosario y perdió ante Temperley la final del reducido. Almanza convirtió 4 goles: “Perdimos la final con Temperley, quería salir campeón”.
Aquel fue su último partido. Almanza se retiró en 2001 en Sportivo Italiano. Cada tanto aparece en el Pasquale para ver a su amado Defensores: su último partido fue, justamente, la reedición del clásico frente a Excursionistas que Defensores ganó por idéntico 2-0.
El 19 de diciembre de 2016, Lucas Buono y el Topo Aguirre se disfrazaron de Almanza: “Se sintió un poco diferente verlo de afuera. Nunca pude aceptar haberme retirado del fútbol, de no poder estar adentro de la cancha. Me hubiera encantado jugar diez minutos, me moría por jugar”.
Cani soñó con una tercera un par de meses antes, durante la fiesta por los 110 años del club: “Se lo propuse a Achile, si lo podía pensar, si podían darme la posibilidad de entrenar con el club seis meses, yo quería jugar en el club y que el técnico pudiera ponerme 10’, 30’ o un partido”.
El sueño quedó inconcluso por decisión propia: “Yo tiré todo para atrás: estaba Della Picca, mi último DT en Italiano, y había tenido una mala experiencia. Fue el técnico que me sacó un poco las ganas de jugar, me volvía loco adentro. Si no hubiera estado, tal vez se concretaba”.
Almanza trabaja en la fábrica de Cinco Hispanos desde hace 13 años pero todavía se emociona cuando habla de Defensores: “El sueño de mi vida fue siempre jugar al fútbol pero nunca me imaginé quedar en la memoria de tantas personas. Son cosas que no se compran”.
El cariño es mutuo: “Fue un regalo de la vida, es lo mejor que le puede pasar a un jugador: ser recordado. Si los marqué, si cuando dicen mi apellido se les mueve algo en el corazón, es muy fuerte. Se que la gente se va a acordar siempre porque yo nunca me voy a olvidar de ellos”
Leonardo Ariel Almanza, el Cani, grabó su nombre para siempre en el corazón de los hinchas y en el fútbol argentino: cada 27 de mayo alguien evocará su nombre para recordar la hazaña irrepetible que consumó con sus goles.
por: Matias Baldo
