Año 1976, sensible si los hay para la historia argentina, en el corazón de las calles que mezclan Villa Ballester y San Martín, nació Albano Mariano Anconetani. Tano de pura cepa, el 22 de julio bajo los efluvios del signo de Cáncer y, paradójicamente, en el año del Dragón, según los chinos. Lo que son las cosas… Hoy la vida está por cantarle los 42… Y el Tano va…
Aprendió en las calles de Villa Ballester cuando empezó a gustarle esto del fútbol y eligió River para formarse como arquero… Y el Tano fue… Creciendo… y un día llegó a la primera de Chacarita, el club de su barrio, después pasó por Almirante Brown de Arrecifes, el Tristán Suárez de Granados, San Miguel, el Italiano campeón de Cachín Blanco, Laferrere en la C y cuando todo parecía llegar a su fin… llegó Defensores de Belgrano. Y el Tano fue… Mirado de reojo los primeros días… Con recelo… porque cada vez que había enfrentado a Defe había dado cátedra en la escuela de hacer tiempo, las mañas y todo lo que tiene que hacer un arquero para ganar…
Lo vi debutar en Defe. En un amistoso, en una fría mañana de sábado en la cancha de Villa Modelo, en Gerli. Contra el Talleres de Escalada del Turco García. Llegaba con Fito, con Sosa y con Goux que le gritó de arco a arco al arquero de Talleres “que te pasa payaso, venís a hacer tiempo acá?”. Nacía un líder y un equipo. Lo vi junto a mi amigo Juan Pablo Maldonado. Creo que salimos 1 a 1, pero recuerdo la personalidad tremenda del Él. Venía de perder un ascenso con Laferrere en la “C”, pero que estampa viejo, ¡que estampa!
Y los hinchas de Defensores de Belgrano, que iluminaron la noche del 26 de mayo como nunca antes el Bajo, pasaron de sufrirlo a entenderlo… y a quererlo… y a disfrutarlo… y todavía faltaba la Fiebre del Sábado por la Noche…
Él sabía que iba a ser último… Los últimos 90 y pico… Venía de un octogonal extraordinario… le puso el candado al arco contra Barracas, en la ida y la vuelta contra Tristán y en la final de ida en Villa Lynch… Faltaba la última función…
Desde que llegó al Dragón fue la valla menos vencida casi siempre… Escoltado. Acompañado por el Gran Capitán Luciano Goux, por el pibe Miguel Barbieri, que ahora la pelea en Racing y por “Fisu”Leandro Martínez Montagnoli, otro hijo prodigo del club… Y este año no quería ser menos… Pero faltaba el capítulo final…
Saltó a la cancha, enfundado en el buzo rojo. Ajustado. Ceñido al torso. Le faltaba la capa para ser un superhéroe. Solo la capa.
En la platea, la familia. La que lo siguió todo el año. Toda la carrera. Siempre. Paola, “esa eterna compañera”, como decía la canción de Charly García. Y el viejo, el auténtico Tano, con la mamá del Tano. Con nervios de padres. Para que las cosas salgan bien. Porque la procesión va por dentro.
Iba a ser la última vez que el Tano recorrería esos metros desde el vestuario local hasta el centro de la cancha. La última vez que iba a levantar los brazos después de una señal de Goux. A la Techada, a la lateral que van los vitalicios y a la platea. Está vez el giro siguió. A la visitante, también. La Zucker y la Chiti rebalsaban de Dragones. Como nunca, más que siempre.
Y empezaron los recuerdos. ¿Cuándo fuimos tantos? Contra Tigre en el 79 estaba así, tiró uno. Pero la mayoría eran de ellos, se sinceró otro. Quilmes y Chicago trajeron mucha gente. ¡Pero nuestros, nuestros!!! ¡Sólo nuestros!, espetó un veterano. Lo de Midland ya lo superamos, y lo de Estudiantes y Excursionistas también… Es hoy, viejo. ¡Es hoy!
Arranca el partido. El último partido. El último del Reducido. El último del campeonato. Y el último de Él. El último de su vida como profesional. Imaginate todo lo que pasaría por esa cabeza. Regordeta. De pocos pelos pinchos. Todos los recuerdos en una misma noche. El debut, la carrera, las alegrías y los sinsabores. En un par de horas la balanza se iba a inclinar para alguna de estas dos variables. Cuestiones por las que pasan todos los futbolistas. Pase lo que pase iba a ser el final. No habría vuelta atrás.
El juego es tenso. Anodino. Como casi todos los partidos de la B, por lo menos en los últimos cinco años. Se mete mucho, se juega poco. Nada librado al azar. Las marcas, los laterales, la pelota parada, todo está extremadamente calculado.
Al zoológico de Defe no lo dejan. Al Topo lo marca uno y lo espera otro. Al Loro lo enciman, le pegan. Los de Nardozza no progresan. Está todo demasiado calculado. Nadie falla. O sí…
El estandarte. El rubio. El que más pases acertados dio en el último lustro. Se equivocó en la final. Enganchó para adentro. Una de más. Lo tenía a Jaque al lado. Pero se equivocó el que nunca se equivoca. Y hay que pagar. Y se paga.
La juegan rápido. Y el 4 saca un sablazo de final. Y el Tano vuela. ¿El último vuelo? No. Faltan como 70 minutos más. Vuela y se estira. Y no llega. El buzo rojo se estira. Y es en vano. La bola entra al arco pegadita al ángulo. Gol. Golazo si no fuera contra Defe.
El referente, desde el arco, pide tranquilidad. Calma. El Juan Pasquale, por primera vez en la noche, enmudece. Tibio, el “vamo Defe que no ha pasado nada” sale de las entrañas de la Techada y contagia un poco.
Alguno se lamentará por el tacazo de Vazzoler, todo un año. Me imagino a la familia de Pancho. Otros se lo olvidarán en una hora: los diez mil tipos que reventaron el Bajo.
La gente cree. Tiene fe. Pero estos de UAI Urquiza son bravos. Jugamos cuatro. ¡Bah! ¡O tres partidos y medio y no le metimos un gol!!! Carajo, que va a ser difícil esto.
Me imagino el entretiempo. Nadie me lo contó. Y no estuve ahí como sí lo estuve en tantos otros vestuarios. Lo veo a Nardozza repasando conceptos tácticos. Al Gran Capitán inflando los ánimos de todos los demás: hasta la victoria siempre. Y también lo veo al Tano. Calmo. En silencio. Apenas hablando mano a mano con alguno de los defensores. Tratando de transmitir lo que veintitantos años de carrera le enseñaron a él.
Segundo tiempo. Cuarenta y cinco finales. Pero finales de verdad. El último recorrido desde la mitad de la cancha hasta la Techada. La ovación cuando pisa la medialuna. La mano derecha que se levanta. Tímida. Aunque pueda ser el último aliento a la persona, al arquero, Él prefiere que la gente apoye a todo el equipo. Lo va a necesitar como nunca antes…
Sobra fe en los distintos rincones. “Si lo empatamos antes de los diez, después lo ganamos”, musita un joven. Un veterano levanta las cejas. Lo vio jugar a Busti y el equipo dista mucho de lo que hacía Jorge en los 60 y los 70. De hecho unos escalones más arriba están el mismísimo Jorge, el Casco Rodríguez, el Loro De Lorenzo, entre tantas glorias que le dieron alegrías al pueblo defensorista. Hoy los necesitamos a todos.
Pasa el tiempo. El hombre de rojo desde el arco apura cada situación que puede. Se hace cargo de todo lo que ocurra en el primer cuarto de cancha. Sale. Habla con los alcanzapelotas. Agiliza el juego. Ordena. Es importantísimo con el equipo en desventaja.
Tira el Topo, la pelota besa el palo. Le pega el ingresado Miranda y con el pie el arquero de fucsia evita el empate. Se queman los cartuchos. Faltando poco, muy poco, el Gran Capitán va de 9. Atrás es Fisu contra los que vengan. Se escapó Noriega, un ex. Sólo, pero créeme hermano dragón, que estaba sólo, con tiempo y espacio, lo vio al de rojo y la tiró a la pileta donde atendía Kadijevich.
Una vida más. Y otra contra. Y el Tano con los pies le dice a los de la UAI que todavía no festejen. Lo mejor está por venir. Aunque ya nadie lo cree. No queda casi tiempo. “Una más vamos a tener”, dicen los hiperoptimistas.
Y el Gran Capitán, de 9, gana en el aire. Cabezazo. Lento. Cómo que el tiempo se detuvo y nadie reacciona. La pelota va. Rumbo al arco. El cuero blanco veteado con azul se hace bola lenta y va. Diez mil tipos piden destino de red. Dieciocho adentro del rectángulo y cincuenta en un costadito la desvían con la vista. Nada de red. Palo.
La que íbamos a tener ya la tuvimos. Era esa. Se acaba. En un minuto me viene todo a la cabeza. La salida de Fito. La llegada de Nardozza. Armar el equipo. El presupuesto que nunca alcanza. La pretemporada. El debut con derrota en Vicente López y esta despedida con derrota en casa…
A esta altura, colgado de la baranda de la platea veo lo que adiciona Gutiérrez (me gusta más afuera que adentro de la cancha). Monsalvo obedece y se cree que ya está. Es cosa juzgada. La cámara de la tele deja la mitad de la cancha y viene a filmar los festejos en el banco de Urquiza. Eterno respeto a la mesura del señor Aldirico.
Y ahí va ÉL. Cruzando la cañada de la mitad de la cancha como decía Víctor Hugo Morales. Sosa se queda. ÉL le pasa por al lado y algo le dice. Sólo ellos lo saben. Me gustaría que para la historia quede un “ahora lo empato”. Pero sólo ellos lo saben. Sosa y ÉL. Y el Tano va…
“Es la última bola de la noche” dirían en el Casino de Mar del Plata. Lanza el crupier Popi Quiroga. Rapado, sagaz. “Acordate de cómo le pegabas en Platense”, imploran los que se dan cuenta quien patea… Muchos rezan, otros lloran, algunos miran con desconsuelo… Pero nadie se va… Hay que aplaudir al equipo que llegó hasta acá… Aplaudir… Y punto…
Pero va el Tano… Y viene la bola… Por el aire viciado de Núñez… Hay humo… hay bronca… hay frustración… hay pirotecnia sin encender… A diez cuadras por Libertador para el túnel de Pampa, se frotan las manos… Debe ser por el frío…
Y el Tano la va a buscar allá arriba… Al cielo de Núñez. Cuenta la leyenda que Pontoni lo ayudó a saltar, lo elevó un poquito más… Y el Tano cabeceó, abajo, al piso, donde más le duele a la defensa y al arquero…
Cuenta otra leyenda que al defensor de Urquiza lo cortinó el Gordo Cacho para que rechace incómodo y corto… Y que Diente le gritó a Miranda… “hacelo Pájaro”… Y el Pájaro definió abajo… como decía el gran Facundo Cabral “vuele bajo porque abajo esta la verdad…” Y voló a festejar… Con el amor por su mamá en el pecho… Menos mal que decidiste seguir Pájaro querido…
Se festejó cerca del córner… Nos abrazamos todos… En Núñez, en Belgrano, en Saavedra, en Palermo, en Urquiza, en Martelli, en Florida y en cada rincón del mundo donde hay un hincha de Defe… En el abrazo de mi hija… Sentí al Francés, al Tintorero y a todos los que nos enseñaron a amar y a defender la camiseta más linda… Lo busqué con la mirada a mi amigo Marcelo Achile y no lo encontré, pero me lo imagine llorando… Es de carácter fuerte y lágrima fácil… Miré al cielo y sentí a mi viejo después de un año y dos meses de no tenerlo…
Me sentí parte… Me sentí entre el Topo, Miranda, el Flaco, Sosa y el Loro… Sentí la palmada del Casco, empecé a querer a Nardozza… Me sentí besándole la cabeza al Tano… Diciéndole gracias… Ya está… Más no te puedo pedir hermano… Además de salvarnos, cabeceas para que tus cumpas lo hagan… En el minuto 93, en una final… Que te puedo pedir… qué más te puedo pedir… Tano querido…
La conmoción del empate no hizo ver a nadie más allá. Se festejaba, se deliraba, todo era carnaval pero en mayo… Pero había un tipo que caminaba por la mitad de la cancha que estaba concentradísimo… Cruzó algunas palabras con Guillermo Crudo, el ayudante de Nardozza, y ex arquero, como iba a pasar a ser ÉL algunos minutos después… Y se unió a la arenga que dio Goux en la mitad de la cancha.
Arrancaba la serie en el arco que da a la mítica Techada… Allí, los jóvenes con las caras pegadas al alambrado imploraban por el Tano.Cómo para que haya un milagro de cada lado. Vino Micael, un Dragón nuevo, me apretó la cara y me dijo: “Ataja dos, ¡el Tano va a atajar dos!” El Tano que cuando fue a patear el Negro Enrique el primer penal se ubicó en el vértice del área grande como si fuera una esquina porteña: Gloria y Ascenso.
La metió el Negro, impecable. La metió Prieto, el 3 de la UAI, después de un rato que el Tano le discuta al árbitro sobre la ubicación de la pelota. Va Pancho, el goleador, el que hizo 11 en la temporada y… falló… ¡Justo hoy! El día que no se podía fallar. Otra vez barranca arriba… A remar, a remontarla, a correr de atrás… Encima, Mazul, el segundo de la UAI, el del golazo en el primer tiempo, también la metió. Es cómo que los hinchas, la gente, recién ahí cayeron que se estaban pateando una serie de penales que determinaba un ascenso…
Barrionuevo, el 10 de ellos, en el banco, me devuelve la esperanza. Cuando todos los suplentes y el cuerpo técnico de Aldirico (el DT no) festejan alocados él los frena. “Pará, paren…” grita… “Falta todavía… Falta mucho” Los calma. ¿Sabía el final del cuento, el Loco este? Me dio vida… Por lo menos, dejé de respirar entrecortado…
Me detuve un minuto y observé las caras… las que se dejaban ver… Sufridas… enfundadas en gabanes que no dejaban entrar el frío ni salir el calor de esos cuerpos… Vi gente mirando el cielo y rezando… Vi gente besando rosarios prometiendo vaya a saber que… Y lo ví a ÉL… Allá abajo, sereno, firme, otra vez en el vértice del área para observar el penal que iba a patear el Topo Aguirre, el mejor del campeonato, el querido, el mimado de la gente…
¡Gol del Topo! Arriba, al ángulo. Se grita sí, con el brazo en alto y señalando al compañero en desgracia. Hay vida, hay esperanza… Y desde el vértice del área el Tano toma la avenida imaginaria llamada Ascenso. Va al arco. A su arco. Al que llegó hace cinco años y lo prestó apenas un ratito… (Moyano, Mittelman y Angelotti lo certifican)… Es el arco del Tano… Es la noche del Tano…
El turno es de Isaac Suárez, ex Chicago, zurdo… Se acomoda, abre el pie y la pone allá, al rincón, a media altura, para el mismo lado vuela el Tano, primero unos saltitos en el lugar, un pasito en diagonal y a volar… y llega… “El Tano, el Tano, el Tano”, 16 veces “el Tano” dijo Cristian Pasquale, por AM 1090 (lo vi mil veces). El milagro empezaba a consumarse. La serie estaba igualada. Como la ida en Villa Lynch, como los 90 en Defe… Ahora en los disparos desde el punto del penal.
Arde el Bajo. Va el Popi. Como fue a patear el córner hace 10 minutos cuando se quemaban los papeles del partido. La experiencia en estos casos es muy buena. Estoy tranquilo porque tenemos al Popi, al Tano y al Pájaro para lo que queda. Se me infla el pecho de confianza… Y el Popi le pega. Suelta la pelota con displicencia, frialdad, casi con indiferencia al mismo lugar que patearon todos hasta ahora, pero con más categoría…
En la noche del 26, Defe está arriba. Un día después de cumplir 112 años y un día antes de celebrar el 23er. aniversario de la reorganización de la AFA. Falta menos. Le toca patear a la UAI. Va Cozzoni, el 5. Juega bien este. Pero con tal de aferrarse a cualquier esperanza escuché… “los que juegan bien suelen errar penales en las definiciones. Zico y Platini erraron alguna vez!!!” Ahí me di cuenta que teníamos más fe que Palito Ortega en los 60…
La misma fórmula. Al mismo lugar. Si el Topo es nuestro Messi. El Tano es nuestro Goyco. Salto, pasito y a volar. Rechaza para adelante, la pelota rebota en Monsalvo y el Tano que cae adentro del arco, se levanta como un resorte como si hubiese rebote. Mirá el grado de concentración del tipo. ¿Qué tipo? El héroe. El Superhéroe de la noche.
“El Tano”, 19 veces seguidas cantó la radio esta vez, gana Defe 3 a 2. Abrazo, me abrazan… Gente que conozco y gente que no… Un amigo de toda la vida, que sabe un montón de fútbol, me dice “estoy confundido, ¿qué pasa si la metemos?”. No le creo, “¿Me estás hablando en serio? Subimos, nene, subimos…”
Falta el último capítulo de la historia. El que predijo Barrionuevo hace un rato. Va el Pájaro Miranda. Con una mochila pesadísima con el historial bueno y malo. Con lo que consiguió con San Carlos en el lomo y con el ascenso que no pudo lograr con Platense. Con el penal errado sobre la hora contra Fénix y con el gol embocado a los 93, hace 15 minutos en la final. Con todo eso va el Pájaro a patear el penal.
Con la estadística reciente: los ocho penales anteriores fueron pateados a la derecha del arquero. ¡Todos! Pietrobono acertó una vez y el Tano dos. ¿Qué hará Miranda? Si la mete el Pájaro subimos. El Tano ya no está quieto. Camina al costadito del área grande. El ya hizo lo suyo. Atajó todo, cabeceó sobre la hora y desvió dos penales. Dale, Miranda, métela…
Por tu mamá que te ilumina, por el Tano que te llevo hasta acá, por el Gran Capitán que sufre hincado en la mitad de la cancha, por los compañeros que se abrazan al sueño, por Nardozza y el cuerpo técnico que dio todo. Por las 10.000 almas que reventaron el Pasquale. Por los que están y no pudieron venir. Por los que ya no están. Mételo, Pájaro, mételo…
Se para seguro. Bien de frente a la pelota. Corre. Abre el pie, rompe con la estadística y la pone a la izquierda del arquero de la UAI, que se tira pero no llega. Bien esquinado, bien pateado, “recontravale” diría un relator de básquet. No lo grita. Está loco. Abre los brazos y espera a sus compañeros. Llega el Topo, en velocidad siempre primero. Llora Sosa. El Tano le regala el pantalón a Guido, la bermuda se va para el buffet. Se acabó el sufrimiento. Se desata la locura: Defe al Nacional.
Después de 13 años. Nos fuimos por penales contra Chaca. Volvimos por penales. Nos fuimos un mediodía triste, con el asesinato de Fernando Blanco incluido. Volvimos una noche. Con 10.000 como Fernando en las tribunas. Con gente grande muy emocionada que lo vio campeón en Argentino de Quilmes en el 58 y al equipo de Labruna en el 67. Con pibes que lo vieron Campeón en el 2014 contra Midland y que vuelven a verlo dar la vuelta ahora. Estamos todos.
Fotos por allá. Selfies por acá. Todos se quieren sacar con él. El 1, inmenso: el Tano Albano Mariano Anconetani, se retira una noche, se retira campeón. Broche de oro. Se lo merecía como persona y como profesional. El y todo el plantel. El y todo el cuerpo técnico. El y los médicos, los masajistas y los utileros. El y toda la hinchada. El y toda la gente que sufrió estos 13 años. Pero por sobre todas las cosas: Él.
Por: Marcelo Fernández
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