Después de siete derrotas y un empate en los últimos ocho partidos, un Defensores que sobrevivía en la zona de reducido gracias a los resultados ajenos afrontó un objetivo impostergable: volver a ganar para convertirse otra vez en el capitán de su destino.
La urgencia se impuso a la estética. El equipo de Fito Della Picca repitió el raquítico rendimiento de las fechas anteriores pero con su carácter como bandera cumplió con su objetivo: Defe se quedó con los tres puntos frente a Colegiales, escaló hasta el sexto puesto y se acomodó en la tabla de posiciones para encaminar su clasificación al reducido. El panorama es alentador porque Defe, a diferencia de la mayoría de sus rivales en la clasificación al octogonal, enfrentará en los últimos tres encuentros del torneo a elencos que ya no tendrán objetivos en su horizonte.
Entre ausencias y decisiones tácticas, con remiendos y jugadores obligados a improvisar en posiciones poco habituales, la fisonomía del once que plantó Fito no ilusionaba. La alineación de Defensores parecía una exagerada respuesta a un Colegiales que insistiría por los flancos con Nicolás Gauana y Facundo Stable.
Por diferentes circunstancias, poco quedaba de aquel Dragón que durante la primera rueda había generado suspiros en la tribuna por su buen pie y por las pequeñas sociedades que había encontrado, especialmente por la derecha con Christian Podestá y Fernando Enrique. Aunque antipática, la resolución del DT es lógica: después de tantos traspiés, recuperar la fortaleza defensiva era imprescindible para un equipo que siempre se construyó de atrás hacia adelante.
Pero Defensores quedó en deuda durante el primer tiempo. Colegiales había sido superior apenas con un par de arrebatos e incluso escribía a voluntad el guión del partido. Defensores no se imponía desde su fútbol pero tampoco inclinaba la cancha con su coraje, el sello de una columna vertebral que ha sabido triunfar e incluso pelear campeonatos con el corazón.
Lautaro Mur, el pibe de inferiores que se metió de lleno y sin miedo en el primer equipo, fue el mejor aún cuando jugó fuera de su posición porque Fito le entregó la espinosa y casi utópica tarea de disimular la ausencia de Enrique. Aún con características disímiles a las del Negro, Mur fue productivo en cada una de sus participaciones.
Pero Fito mandó un mensaje en el entretiempo: sacó a Mur, mandó a Víctor Gómez Vara -de auspiciosa participación- a la cancha y reubicó a Aguirre a la derecha. Defensores creció y aún con limitaciones arrinconó a Colegiales. Más allá del impacto táctico, el cambio rejuveneció el espíritu desvencijado del Dragón. La sensación en una noche hermosa del Juan Pasquale era que, aún con argumentos magros, Defensores coqueteaba con el gol de la victoria, con el gol del desahogo.
Ezequiel Aguirre fue quien quebró el partido, por enésima vez en el campeonato. El Topo, quien recuperó su mejor versión como mediocampista por derecha y con el arco de frente, se metió en el área y a pura gambeta forzó un penal que él mismo capitalizó con decisión: agarró la pelota, la acomodó y ridiculizó a Marcos Jara. Si en el Bajo todavía existe una ilusión, el talento de Aguirre es el principal argumento.
Los últimos diez minutos fueron una sucesión de centros sobre el área de Anconetani. Marcelo Straccia había amontonado delanteros en busca del empate pero ya era tarde, mientras la tribuna se había rendido ya a su letanía.
Defensores se quedó con los tres puntos y encontró un haz de luz entre tanta oscuridad. Fue el primer paso de un equipo que intenta reencontrarse con sí mismo. Defe necesitaba ganar. Ganó. Ahora será el momento de crecer en lo futbolístico y asegurar la clasificación al reducido. Tal vez, todavía no sea muy tarde para que este plantel y este cuerpo técnico sigan escribiendo historia en el club.
Por: Matías Baldo
Fotos: Andrés Renaudier
Entrevistas: Nelson Colares
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