Defensores se imponía con autoridad en el oeste, híbrido entre un equipo defensivamente inquebrantable que capitalizaba al máximo cada contra con Ezequiel Aguirre como punta de lanza. Pero un segundo fatídico cambió el partido y le costó el triunfo, justo cuando se escurría el primer tiempo y Morón empezaba a acumular frustración en cada ataque.
Un pelotazo desesperado concluyó en una fatalidad a priori invisible. El Bicho Rossi se escapó por única vez en la noche de la dupla central, encaró a Anconetani y cuando definió se encontró con una atajada milagrosa del Tano. Todos en la noche del oeste se quedaron con la reacción del arquero rojinegro pero pocos advirtieron la imagen que Germán Bermúdez observó automáticamente: Anconetani le había asestado un artero planchazo a Rossi. Penal y expulsión, Defensores con uno menos y el empate en los pies de Emmanuel Giménez.
Pero antes de la desafortunada intervención del Tano, Defensores había cumplido con creces en el marco de una excursión que suponía un desafío mayúsculo, con el corazón en el clásico frente a Excursionistas pero con la obligación de sumar frente al líder del campeonato en una plaza prácticamente inexpugnable para acercarse a la clasificación a la Copa Argentina. El Dragón, atrapado en un debate interno entre lo urgente y lo importante, además podía subirse a la punta junto al Gallo y Atlanta.
Walter Otta alineó su formación habitual con Gerardo Martínez y el Rengo Díaz como estandartes de su ambiciosa propuesta. En contraposición con la amenaza ofensiva que representaba, el dispositivo táctico de Morón también entregaba una oportunidad que Defe podría aprovechar: con dos enganches obligados a sacrificarse en funciones defensivas, el Dragón podría encontrar superioridad por los flancos y espacios la estancia del Nuevo Francisco Urbano. Construido sobre la solidez de su engranaje defensivo, un agazapado Dragón aguardaba el momento perfecto para lastimar.
Tras los primeros veinte minutos, el trámite le empezó a sentar cómodo a un Defensores que a los 38 minutos construyó un golazo que se gestó desde la izquierda y terminó en la derecha con un centro de Fernando Enrique que encontró al Topo Aguirre, la reencarnación de Garrincha, en soledad ingresando por el segundo palo. Era la noche de Defensores hasta que el planchazo de Anconetani sobre Rossi reescribió una noche que parecía teñirse de rojo y negro.
El segundo tiempo desarrolló un libreto natural. Morón impuso un monólogo soporífero que jamás lastimó a Defensores. En contraposición, el Dragón tuvo las dos chances más claras desde la expulsión frente a un equipo anémico de ideas que en noventa minutos, ni con once ni con diez, fue superior.
El balance final deja una sonrisa por el punto que se rescató pero también la bronca de lo que pudo haber sido. Los noventa minutos construyeron una sensación tan generalizada como incomprobable: no había manera de que Defensores, en igualdad numérica, perdiera. Incluso en desventaja y pese a un par de cambios cuestionables que decidió Fito, el Dragón pudo haberse llevado los tres puntos.
De todas maneras, el envión por una buena actuación frente al líder en su propia cancha deberá alcanzar para impulsar la ilusión de cara al clásico de la próxima fecha, una jornada especial para dirigentes, jugadores, hinchas y hasta para la categoría. Excursionistas, el rival de toda la vida, volverá a cruzarse en el camino de Defensores después de 21 años.
Por: Matías Baldo
Fotos: Andrés Renaudier
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