Hace pocos meses, el mundo futbolístico se vio convulsionado por la muerte de Emanuel Ortega, lateral derecho de San Martín de Burzaco, tras golpear su cabeza contra el muro perimetral de cemento que sostiene el alambrado alrededor del field.
El accidente ocurrió durante el encuentro en el cual el local enfrentaba a Juventud Unida, por el torneo de Primera “C”, y si bien el jugador fue prontamente llevado a un centro asistencial en ambulancia para su atención, días después falleció.
Pasados unos meses, se paralizaron los corazones de quienes observábamos el partido entre Barracas Central y Defensores de Belgrano (hubo un profundo silencio, tras escuchar el estruendo producido por el choque de la cabeza de Javier Rossi contra el cemento), en Olavarría y Luna, cuando un jugador local golpeó su cabeza con el muro perimetral.
Todos pensamos lo peor, recordando lo ocurrido con Ortega, y recorrió una profunda angustia entre los presentes. Rápidamente, una ambulancia trasladó al jugador a un Hospital de la zona, donde por suerte prontamente se recuperó.
Revisando recortes periodísticos de otros tiempos, observo que esta situación no es nueva, sino que tiene antecedentes (aunque al parecer aislados) y Defensores no estuvo exento de padecerla. Es así que encuentro un hecho similar en el partido disputado en Caseros (en la cancha que todavía no tenía la tribuna que hoy ocupa el público local), frente a Estudiantes de Buenos Aires, en el mes de abril de 1967, por el torneo de Primera “B”.
A poco de comenzado el segundo tiempo, el puntero derecho Angel José Tomino golpeó su cabeza contra el cemento del muro perimetral (detrás de uno de los arcos), lo que le ocasionó una herida en su frente que requirió de 5 puntos de sutura (los cuales, supuestamente, habrán sido realizados en los vestuarios, sin anestesia).
Pasada la media hora del complemento (Defensores jugó con 10 hombre esos 20’), Tomino volvió al campo de juego y siguió jugando hasta el final del encuentro, con un gran vendaje que cubría su cabeza (tal como describe el comentario del diario “La Prensa”).
Consultado el protagonista del golpe, nos dice lo siguiente: “el Médico de Defensores era un Pediatra amigo mío, compañero de Residencia (José Tomino es también Médico y Pediatra), que era nuestro medico”.
“Era amante del fútbol, y quien nos acompañaba en todos los partidos, para poder entrar a la cancha y ver los partidos desde adentro, para él, algo soñado (y ni te cuento de compartir el banco con un personaje como Angelito Labruna). Inclusive cuando yo me vine a Junin siguió un tiempo más en Defensores”.
“Antes, todo era familiar y no tan complicado, disfrutábamos de jugar a fútbol, era más juego que trabajo”.
No hubo en ese entonces ambulancia, ni tomografías computadas, y sólo algún que otro comentario en los diarios haciendo referencia al hecho. Nadie habló de colocar un acolchado como los que existen ahora, luego de los accidentes mencionados.
No había por esos tiempos cambios, y teniendo en cuenta que Tomino, como dijera nuestro referente defensorista, Horacio Araujo, en la materia entusiasmo, siempre tenía excelentes calificaciones, siguió jugando.
Por suerte, para sus amigos, Cebolla y Jorge, sólo fue un susto. Aunque la próxima vez, habría que ser un poco más cuidadosos.
Por: Javier Bava
Ramiro Pérez y José Tomino en 1967
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