Corría el año 1965 y mi Tío Horacio me llevó, junto a mi Tío Lorenzo (que si bien iba a la cancha de vez en cuando, tenía la fama de atraer los incidentes) y mi Primo Eduardo (desde hace mucho compañero de la pasión roja y negra), a un paseo inédito para mí (un pibe de 11 años en aquellos tiempos): la cancha de Defensores de Belgrano (lo que sería homologable para los pibes de hoy a un viaje a Disneylandia).
En un día de semana feriado (12/10), el equipo local, de campaña discreta y sin posibilidades (ubicado de la mitad de la tabla para abajo, aunque lejos del descenso), enfrentaba esa tarde soleada al puntero del Torneo de Primera “B”, Quilmes, a cancha llena (fue la mayor recaudación de la fecha), incluso la hoy desaparecida tribuna de madera …
Aprendí esa tarde que en los partidos del desconocido para mi Ascenso, también había multitudes y una enorme pasión por los colores.
Del partido poco recuerdo, aunque puedo decir que estuvo lleno de incidentes, muchos expulsados (2 por cada equipo en menos de 5 minutos, de los 35’ a los 40’ del PT) y también goles.

Ganaba Defensores 2 a 1 (goles de Camino, de penal, y Ramayo), “se estaba haciendo de noche” y el puntero, pese a sus esfuerzos (y los del juez) no lograba el empate. El arbitraje de Salvador Brittánico (árbitro referente del ascenso, que sólo dirigió 3 partidos en Primera) fue lamentable (unánimemente reconocido por todos los medios escritos consultados), pero para su suerte (y mi desgracia), Quilmes empató cuando “ya no se veía …” (ver comentario de “La Nación” que lo dice textualmente).
Tras ello, todo tipo de incidentes en las tribunas, en el campo de juego, sobretodo provocados por la hinchada visitante, que a pesar del robo consumado en su favor, arrojó todo tipo de proyectiles a la tribuna de costado, cercana a la visitante (donde yo estaba mirando el partido).
Sin duda que me dio mucha bronca. No admitía, ya por entonces, una tremenda injusticia “en perjuicio de los más débiles”. En síntesis, había sido un robo, reconocido por propios y extraños.
No obstante, ocurrió lo inesperado, ya que a partir de allí comencé a sentir la pasión por Defensores que perduraría hasta el presente. Siguiendo a Defensores primero por los diarios, luego en la cancha y posteriormente, investigando minuciosamente, durante largas horas, su Historia.
Por eso, no se donde estarás, pero te agradezco Salvador, porque tu tremenda injusticia fue la madre de mi pasión roja y negra. Después de todo han pasado ya más de 45 años y es hora de disculparte. Incluso creo que voy a agradecerte. Gracias Salvador.
por: Javier Bava
jbava@defeweb.com.ar
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