Quien sabe si el domingo habrá sol cuando nuestros muchachos levanten sus brazos en el despoblado reducto de Malabert y Posadas. Una escena que nos pertenece aunque, en forma irrisoria, aún nos la restringen..
Poco antes de las pastas, con el Mate y las chancletas cebándole a la vieja mientras comienza a manchar su delantal. Nuestro querido Defe dejó de ser un íntimo ritual desde el momento que gana en la consideración pública su saludable listón de puntero y, es hora, candidato.
Será tortura de tantos no poder verlo aunque sea desde un televisor; o relajo de otros, creyentes “cabuleros”, resignados por ese espaldarazo reiterado que nos ofrece la señal de cable. Creemos que los vientos soplan a nuestro favor en esta temporada, tenemos la vagancia de proyectar la ilusión desentendiéndonos de todo ese proceso que rellena el culmine momento de la historia. Y es fantástica esa bohemia triunfalista. Tanto es así, que vamos reteniendo cada momento a sabiendas que algún día sabremos traspasar la leyenda.
Y toda leyenda nace de un cuento. Y todo cuento se compone por tres estadíos: Introducción, Nudo y Desenlace.
Tras el empate del pasado sábado ante Los Andes, Defensores completó el 33% de su campaña. De esta manera, si se tratase de un cuento, estaría finalizando la introducción. Si cada uno de nosotros fuésemos lectores del mismo, vaya si no nos engancharíamos con esta historia de atractivos matices. El humilde que es puntero, el ídolo que vuelve, el pibe que ya es capitán, el técnico que arma su equipo, etc.
En una suerte de balance de esta introducción del torneo, más allá de pequeños sin sabores, el saldo arroja superávit. De lamentar aquella derrota en Junín que merecía ser mínimamente empate, el último punto con los de Lomas que aún nos despierta rabia o la frialdad de los empates ante Flandria y Acassuso. Pero se impone la fuerza de épicas victorias como las de San Telmo o Platense, el hecho de contar con una defensa sólida y genuina de nuestra propia semilla, la entereza del “Tanque” o el vigor espiritual de un grupo que puede atravesar contingencias pero nunca defrauda en su entrega. Y aquí nosotros, testigos de una gestación inconclusa pero expectante. Que no debemos esconder la pasión ni aminorar nuestra arenga. Hagamos del sueño una fortaleza y dejemos que el aire renueve las fragancias.
Defensores sigue peregrinando por las vivencias de un torneo mezquino y cruel, pero con la banalidad de un grande como el anónimo escrito “El lazarillo de Tormes” o como Herman Hesse imaginó a “Siddhartha” o, cercano en el tiempo, fue aquel “Alquimista” de Paulo Cohelo. Bienvenidos al nudo de la temporada, la etapa más dura de la travesía. Donde se deben potenciar los atributos, superar la escala de conflictos y convertir en rocas a los muñecos de barro.
Y donde debemos estar nosotros, los de siempre, los de nunca o los de alguna vez. Pero todos, acompañando al equipo y columpiando el sueño de volver al entrañable Nacional.
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