Bajo Nuñez, Buenos Aires, Argentina
El “Mingo” Iélamo (así lo llamaban en la tribuna), llego a Defensores de Belgrano en 1973, procedente del humilde Deportivo Riestra, equipo de Primera “C”, donde había sobresalido en la temporada anterior como zaguero central.
Reemplazó de manera fortuita a Alberto Francisco Larrea, experimentado zaguero (de larga trayectoria en San Telmo y luego breve paso en 1973 por Los Andes) que se lesionó gravemente en el primer encuentro del año 1973, frente a Estudiantes de Buenos Aires en Caseros, en su debut, y no volvió a jugar en Defensores.
El debut de Iélamo, sin embargo, se produjo recién cuando por la 3ª fecha del Torneo de Primera “B”, Defensores venció a Tigre en Victoria por 1 a 0, con gol de Oscar Tomás López.
La fecha anterior, frente a Flandria en Núñez (partido que terminó 0 a 0), el puesto de zaguero central fue ocupado por Juan Carlos Gigli, quien habitualmente jugaba de marcador de punta izquierdo.
Por entonces, el “eleven” titular de Defensores, que ocupó el tercer puesto en las posiciones, formaba así: Alfredo Anhielo; Domingo Iélamo y José Bernabé Leonardi; Ricardo Montero, Jorge Busti y Vicente Giardullo; Vicente Vidal Ayala, Andrés Redondo, Oscar T. López, Luis Gigliani y Juan José Tamburrino.
En 1974, tras descollar como zaguero central en 26 de los 32 partidos jugados por Defensores, pasó a Ferro Carril Oeste (por entonces en Primera), donde permaneció hasta 1978, pasando fugazmente por Huracán en 1978.
Volvió a Defensores en 1980, y jugó hasta su retiro de la práctica del fútbol en 1983, aportando su calidad, garra y veteranía. Jugó su último partido con la casaca roja y negra el 19/11/83, cuando Defensores cayó en Núñez con Los Andes por 2 a 1 (gol de Jorge Arbelo). Defensores jugó esa tarde con Anhielo; Iélamo y Lamparelli; Sanz, Manuel Pereyra y Lagunas; Cáceres, Oscar Ledesma, Ronci, Jorge Arbelo y Oscar Valdez.
En 1986 se hizo cargo de la dirección técnica de Defensores, y con posterioridad se desempeñó en ese cargo en compañía (dupla técnica) de Alfredo Anhielo.
por: Javier Bava
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